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REPORTAJE: "¿Adónde ibas, Amaya?"

Amaya se recupera ya de su lesión (Foto: Diego Sinova)
«Se está acabando. Hay veces que la cabeza me dice una cosa y el cuerpome echa el freno demano». Hablaba Amaya Valdemoro el pasado mes de junio, durante la preparación de la selección española para el Eurobasket. Antes del accidente colectivo por el que no habrá baloncesto femenino nacional en los Juegos de Londres, cuando todavía sus problemas en el gemelo izquierdo sólo eran una intuición de la pesadilla, esa que incluso le impidió ayudar a sus compañeras en Polonia. «No puedo parar de llorar », confesaría después, tras la prematura eliminación. Una vez superado aquello, en lo físico y en lo mental, la madrileña comenzaba con energías renovadas la temporada con el Rivas Ecópolis... y ¡zas!

«Fue horroroso. Tras la caída, perdí el conocimiento. Cuando abrí los ojos, aún sobre el parqué, vi al fisioterapeuta y a mis compañeras. ‘¡Colócame lamano!’, grité». Relato que pone los pelos de punta, el de la lesión más fea que Amaya ha sufrido en su carrera, y ya ha llovido desde que empezó, allá por el 1992 con el Dorna Godella (debutó en Primera División con 16 años y en la selección absoluta con 17). Dice el parte médico: «En la muñeca izquierda sufre una fractura limpia del radio, lo que le obligará a llevar una escayola durante cuatro semanas. En la derecha sufre la misma fractura con leve desplazamiento, en este caso serán seis semanas de escayola».

Ocurrió durante la primera jornada de la Euroliga femenina, el pasado miércoles, ante el Gospic croata. Valdemoro lo cuenta a DXT desde su casa de Alcobendas, con el manos libres del teléfono. Quedaban 24 segundos para el final del primer cuarto... «y salté a poner un gorro, con todo. La rival hizo un gesto extraño, se giró y me hizo como la cama. Iba a caer de culo y puse las dos manos». Luego, la oscuridad. Tras recuperar el conocimiento «no podía respirar». «Noté enseguida que era grave. Y también me di cuenta cuando vi la cara de Elisa Aguilar [su compañera en el Rivas y en la selección], llevamos 12 años juntas, nos conocemos demasiado. ‘¡Amaya, respira, tranquila!’,me gritaba », narra, como si nada, Valdemoro, que sigue: «Me levantaba y me caía. No sé ni cómo me sacaron de la pista. Me recuperé un poco ya en la sala del fisio. Ahí ya sabía lo que tenía. ‘Me he roto las dos muñecas’, le dije». Todo se confirmó sólo un rato después en el hospital. Mirarse en el espejo y verse con 35 años, un calvario de problemas físicos en el historial reciente y las dos muñecas escayoladas, impedida, sin poder si quiera comer, vestirse, coger el teléfono o ir al baño por sí sola. ¿Poner el punto y final? Nada más lejos de la realidad. «Ha sido un palo, eso no lo puedo negar. Pero esta lesión no me retira. Me ha dado más de lo que me ha quitado.Mira, si hubiera sido el gemelo otra vez, me hubiera hundido. Pero esto le puede pasar a cualquiera », se anima, sincera.

El caso es que la lesión es más aparatosa que duradera en el tiempo. Aunque no quiera ponerse plazos, en un par de meses podría estar de vuelta. Pero más que las muñecas, que también, a Amaya lo que la preocupa son los gemelos. Detener ahora su trabajo de fortalecimiento podría ser letal. Por eso, la mejor jugadora española de todos los tiempos ya ha diseñado un plan, que arrancará en breve. Lo tiene todo calculado. «He pensado que uno de los fisioterapeutas del equipo se venga a Alcobendas para empezar el trabajo cuanto antes. Porque no puedo parar», afirma. Y si todo va bien, de vuelta por Navidad. Otro de sus secretos es el Pilates, modalidad en la que ya probó, pero que ahora exprimirá. «Me gusta. Se trabaja muchísimo. Y partes del cuerpo que con el entrenamiento normal del baloncesto apenas se fortalecen».

Amaya, que está «alucinada» con las muestras de apoyo recibidas, fue homenajeada el pasado sábado en el partido de la Liga Femenina que su equipo, el Rivas Ecópolis ganó al Jopisa Ciudad de Burgos (75- 50). Ella no dudo en estar con sus compañeras en el banquillo. Siempre impetuosa, todo corazón, fuera y dentro de la cancha, valiente y hasta temeraria ante jugadoras que casi siempre fueron más altas y más fuertes que ella, ahora no va a cambiar. «¿Adónde ibas, Amaya?», la regañó, su padre, desde el cariño, después de ver cómo se lanzó a poner el tapón y las consecuencias que tuvo la acción. «No pienso las cosas», reconoce.

Tras la conversación queda la sensación de que esta tragedia es para Amaya un acicate. Un refuerzo moral. Otra barrera que saltar para seguir adelante, para apurar los últimos tragos de una carrera que empieza a tocar a su fin. «Estoy con muchas ganas de que pase esto cuanto antes, lo que quiero es olvidar esta racha y poder volver a jugar». – ¿Hasta cuándo? – Ahora no puedo tirar la toalla. Confío en mi juego. No estar en los Juegos fue un palo. Pero, si quieren, yo estaré en el próximo Europeo (2013, antes tendrían que clasificarse en un Preeuropeo) con la selección. Sería un buen momento para retirarse.

 Artículo de LUCAS SÁEZ BRAVO - EL MUNDO

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