 Para los aficionados al baloncesto y al Real Madrid, los primeros  días de diciembre traen consigo recuerdos agridulces. Apenas cinco días  después de que se cumpliera el 22º aniversario del fallecimiento de  Fernando Martín en un trágico accidente de tráfico, el calendario señala  ya otra fecha fatídica: la muerte de Mirza Delibasic, que nos dejó tal  día como hoy hace una década.
Para los aficionados al baloncesto y al Real Madrid, los primeros  días de diciembre traen consigo recuerdos agridulces. Apenas cinco días  después de que se cumpliera el 22º aniversario del fallecimiento de  Fernando Martín en un trágico accidente de tráfico, el calendario señala  ya otra fecha fatídica: la muerte de Mirza Delibasic, que nos dejó tal  día como hoy hace una década. Son recuerdos tristes porque hay que lamentar la pérdida de dos iconos del baloncesto blanco en edades en las que morir se antoja inadmisible. Sin embargo, en estos días, repasando imágenes de cualquiera de los dos jugadores, de talento distinto e igual categoría, es fácil que a uno se le escape un suspiro seguido de una media sonrisa y un breve y musitado “qué bueno era” mientras se recuperan instantes mágicos del pasado.
 Este  jueves se cumplen diez años desde que el cáncer se llevara al bosnio  Mirza Delibasic, uno de los primeros genios del baloncesto europeo,  miembro de la primera plantilla del Real Madrid de 1981 a 1983. Apunto  estuvo el tenis de robarle al baloncesto uno de sus mejores intérpretes,  capaz de ejecutar jugadas como ningún jugador de 1,97m. antes lo había  hecho. Precursor de la polivalencia, acaso por la agilidad adquirida de  niño en un breve coqueteo con el ballet, Delibasic era capaz de driblar,  anotar y leer el juego. Pero además, aquel espigado jugador llegado del  Bosna de Sarajevo destilaba carisma, cautivando por igual a aficionados  y compañeros. Muchos de los que jugaron con él lo definen como una  persona que se ganaba a todos los que le rodeaban por su forma de ser.
Este  jueves se cumplen diez años desde que el cáncer se llevara al bosnio  Mirza Delibasic, uno de los primeros genios del baloncesto europeo,  miembro de la primera plantilla del Real Madrid de 1981 a 1983. Apunto  estuvo el tenis de robarle al baloncesto uno de sus mejores intérpretes,  capaz de ejecutar jugadas como ningún jugador de 1,97m. antes lo había  hecho. Precursor de la polivalencia, acaso por la agilidad adquirida de  niño en un breve coqueteo con el ballet, Delibasic era capaz de driblar,  anotar y leer el juego. Pero además, aquel espigado jugador llegado del  Bosna de Sarajevo destilaba carisma, cautivando por igual a aficionados  y compañeros. Muchos de los que jugaron con él lo definen como una  persona que se ganaba a todos los que le rodeaban por su forma de ser.Más allá de lo deportivo, y a pesar de que sólo disputó dos temporadas de blanco, dejó una impronta que no se ha borrado con el paso del tiempo. Mantuvo una larga amistad con muchos de sus compañeros en el vestuario del Real Madrid, quienes siempre estuvieron pendientes de su frágil salud. Jugó su último partido frente al equipo de veteranos del Real Madrid en la Sala Olímpica de Sarajevo, junto a un combinado de baloncestistas bosnios entre los que se encontraba su hijo Danko.
Al igual que con la pérdida de Fernando Martín, con Delibasic se fue un pionero, el jugador que con su versatilidad perfiló la figura del baloncestista moderno mostrándole el camino al resto a golpe de clase y elegancia. Un caballero.
Fuente : http://www.leyendasbaloncestorealmadrid.es
 
 
 
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