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Navarro es dios, con perdón

Parece sencillo, pero no se crean, sólo lo es cuando lo hace Juan Carlos Navarro. El prodigio que valió tres puntos en un cuarto en el que el capitán de la selección consiguió 19 tantos llegó en el meollo de un partido áspero ante Macedonia, rival notable y sorprendente, con el pase a la final del Europeo y a los Juegos de Londres aún en el aire. De Navarro se ha dicho todo y en términos superlativos. Es difícil ser original. Voy a intentarlo con un clásico en su trayectoria: la pelota entró después de la enésima genialidad y España terminó ganando, como casi siempre en los últimos años.

Les animo a intentarlo. Vayan a una cancha de baloncesto, empiecen a botar la bola, pásenla a un compañero, salgan de un bloqueo imaginario y reciban otra vez la pelota naranja. Mientras se va agotando el reloj de posesión, en el momento más crudo de la cuenta atrás de 24 segundos, salten a una pierna mientras dos de sus rivales le persiguen como si les fuera la vida en ello. Verán que se han desequilibrado algo por el impulso. Antes de caer, traten de perfilarse cara al aro y lancen a la canasta desde más allá del 6,75. Prueben y verán qué pasa.
El escolta del Barça es la persona que te hace llevar las manos a la cabeza para dar crédito a lo nunca visto. Lo hizo el seleccionador de Macedonia, otro técnico más que firmó la rendición tras encontrarse con él, y cualquier aficionado al basket porque Navarro es el baloncesto que todos soñamos alguna vez: el del jugón de la calle que siempre la mete da igual cómo la tire, el de los aciertos imposibles, el genio de la lámpara que cumple tus deseos, el hombre que demuestra que este es un juego maravilloso. Mano de santo. Con todos los respetos, pero 'Juanqui' es dios. 
P.D. Sólo alguien divino puede eclipsar un partido de 22 puntos y 17 rebotes de un tal Pau.

 artículo en MARCA.com de JESÚS SÁNCHEZ (foto: RAFA CASA)

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